Madrid, 20 feb (EFE).- La escalada, deporte que pasará a ser olímpico en Tokio 2021, cada día tiene más adeptos en Madrid, no sólo en la zona de la sierra sino también en los rocódromos que han proliferado en los últimos años, entre ellos el más grande de España, recién inaugurado en la capital.
Ubicado en el distrito madrileño de San Blas, Sharma Climbing Madrid abrió a finales de 2020 con clases para niños a partir de cuatro años y adultos.
Cuenta con las mayores instalaciones de escalada en cubierto de España, con 4.000 metros cuadrados de muros de hasta 19 metros de altura, 160 vías, 150 bloques y un muro de competición oficial de 30 metros de ancho.
Además, hay una zona de entrenamiento específico con gran variedad de agarres y un plafón regulable en inclinación que permite elegir entre más de 50.000 opciones diferentes, con presas que se iluminan al escoger la ruta y dos vías de velocidad homologadas por la Federación internacional de Escalada.
La escalada, deporte que pasará a ser olímpico en Tokio 2021, cada día tiene «más adeptos», según reconoce a Efe el subdirector de Sharma, Fernando Da Costa.
«Hace veinte años había poquísimos rocódromos en Madrid y estaban orientados a los escaladores que queríamos conquistar la roca. Ahora todo ha cambiado, hay más de treinta espacios urbanos de escalada y son un fin en sí mismo. Muchos iniciados ni siquiera se plantean escalar montaña», cuenta Luis Muñoz, jefe de equipadores del Sharma.
La Federación Madrileña de Montañismo (FMM) ratifica el auge que ha experimentado esta disciplina en los últimos diez años y reconocen que la expansión de los rocódromos han hecho de la escalada un deporte «más comercial y accesible» para todos los públicos.
En la actualidad, hay 16.000 escaladores registrados en la Comunidad de Madrid pero en la práctica son «muchos más», asegura el director deportivo de la FMM, Paco Sanz, ya que no hace falta estar federado para disfrutar de este deporte.
Más allá de los rocódromos, la moda por la escalada es «palpable» también en puntos de montaña que llegan a estar «abarrotados» los fines de semana.
La meca de los escaladores madrileños está en La Pedriza, cerca de Manzanares el Real y dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, un lugar donde hay más de un millar de vías de todo tipo y para todos los niveles.
Paco, de 64 años, se enfunda sus pies de gatos y arnés para comenzar una de las vías del Sharma.
Asegura emocionado que para él la escalada es un «modo de vida» y que, a pesar de haber nacido para la roca, los rocódromos le han dado más facilidades para practicar la escalada.
«Tiene muchos puntos positivos. No te tienes que preocupar por las inclemencias meteorológicas, te ofrece más seguridad -que a ciertas edades se agradece- y otro factor ha sido la pandemia, no hace falta irte lejos para escalar«, comenta este veterano escalador.
El riesgo, el reto y el compañerismo son los ingredientes adictivos de este deporte que se practica en la montaña, los rocódromos o los ocho muros gratuitos que se reparten por la ciudad.
La crisis del coronavirus parece no haber hecho demasiada mella en el sector. De hecho, se ha convertido en una opción para socializar y respetar a la vez las medidas de seguridad sanitarias.
Natalia, educadora social en el distrito de Vallecas, comenzó a acudir a clases de escalada hace apenas unos meses en el Urban Monkey, uno de los rocódromos más longevos de la ciudad.
El «pique» por la escalada llegó cuándo unas cuantas compañeras de trabajo decidieron probar el deporte y, desde entonces, no han parado.
Llegó a Madrid hace pocos meses, sin conocer a nadie en plena pandemia y, a raíz de la escalada, ha creado una «comunidad de escaladores» que los fines de semana escapan a la sierra para probar la roca.
«Es adictivo. Sueltas mucho estrés y te permite conocer a gente nueva. Hay muy buen rollo y creas círculos con intereses en común», asegura Natalia, que ha acabado conquistada como tantas otras personas por un deporte de moda. EFE