Madrid, 4 jul (EFE).- Colectivos de enfermería denuncian la saturación de las Urgencias de hospitales, con 86 personas esperando cama hoy en el Marañón, mientras que La Paz tiene ratios de hasta 15 pacientes por enfermera desde antes de la séptima ola, según denuncia Irene R. tras renunciar a un contrato en La Paz por “agotamiento”.
Este lunes en Marañón, “hay 86 pacientes de Urgencias en sillones o camas, muchos distribuidos en los pasillos (UPH). En el pasillo uno, 10 pacientes; en el dos, 9; el tres está a tope, con 20, y el cuatro con 10”, aseguran a Efe trabajadores del servicio.
Hace cuatro días, el 29 de junio, “hubo un pico de 106-107 pacientes y hubo que poner diez camas en la sala de espera de familiares. Hay que contratar más de 60 enfermeras. Están pidiendo refuerzo a otras unidades, auxiliares (TCAE) y celadores».
En todo el hospital “hay unas setenta enfermeras de baja por covid y sin cubrir. La dirección está ofertando doblar turnos”, añaden sanitarios del Marañón que se declaran “agotados”.
En La Paz, tras un turno de noche “espantoso, la sala uno tiene hoy quince pacientes para 12 camas. La sala tres, 44 para 18 camas. La sala cinco tiene 21 para sus 13 camas y cuatro pacientes más en el box de reanimación, que debería estar vacío por si viene alguien en riesgo vital extremo”, informan trabajadores del hospital.
“Están cancelando cirugías para dejar camas libres y sacar personal de quirófanos para ayudar en plantas. En habitaciones individuales están metiendo una segunda cama”, añaden.
RÉCORDS EN EL RAMÓN Y CAJAL
“Llevo un año en urgencias y estamos batiendo récords. De 500 atenciones diarias en la primera ola, ahora tenemos 600-700. Esto supera muchísimo el espacio físico de la Urgencia, el número de camas, sillones y huecos que hay. Además, supera muchísimo la capacidad del personal”, comenta a Efe la enfermera Elena H.
En la última huelga, “los servicios mínimos eran superiores a las personas que trabajamos normalmente. Las incidencias se cubren sacando a compañeras de unos servicios a otros. El otro día, en área de prealta, había pacientes esperando hasta 12 horas”.
Mientras “en la planta de cuidados semicríticos (naranja) tienen una ratio de 3-4 pacientes, en la urgencia llevamos de 7-9 semicríticos cada una. Hay que verlos continuamente, están monitorizados con medicaciones de manejo muy crítico y no los tienes a la vista todo el rato. Es un fallo de seguridad importante.
En el área de observación (amarillo), “los pacientes en una hora tienen que estar vistos, pero se supera muchísimas veces ese tiempo. Además, están muy repartidos en distintos huecos y no los ves porque estás haciendo los boxes de entrada”.
Solo hay “dos enfermeras de triaje, la acumulación es increíble. El otro día hubo pacientes esperando dos horas en la calle, aparte de la espera luego dentro para que te vea un médico, que puede ser de seis horas”.
“No se cubren las incidencias, estamos desbordadísimas. Las supervisoras nos persiguen para intentar cubrir turnos, nos llaman incluso en nuestros días libres”.
A compañeros de hospitalización “ofrecen doblar turnos pagando a 25 euros brutos la hora extra. A nosotras ni siquiera nos ofrecen, no nos compensan ni en días ni en sueldo”, continúa.
“Trabajar a matacaballo día tras día, semana tras semana, es descorazonador. No nos dejan cuidar a los pacientes, cada vez más compañeras salen del turno llorando”.
HOSPITAL DE VALLECAS
En el Infanta Leonor en Vallecas “la urgencia está pensada para 180-200 pacientes diarios, pero antes del covid eran 350-400, en las épocas malas hasta 450-500, y en las últimas semanas 650-700 al día”, explica el enfermero Marcos G.
“Casi la mitad son patologías leves que se atendían en las urgencias de Atención Primaria (SUAP) que están cerradas, y que ahora nos vienen, ya no tan leves, también por la demora en darles cita en centros de salud”.
Desde que abrieron el hospital, “mantenemos tres plantas con 120-150 camas cerradas, desde antes de la pandemia, y una UCI con catorce puestos sin habilitar, a pesar de la pandemia”, critica.
“La solución está clara, más personal, esto es un problema de gestión del sistema. Quieren desmantelar la sanidad pública”.
LA RENUNCIA DE IRENE
Irene R. acaba de renunciar a un contrato interino tras año y medio en Urgencias de La Paz.
“Empecé mi contrato en enero de 2021, con muchas ganas e ilusión, en un sitio con tan buena fama y repercusión dentro del Servicio Madrileño de Salud. El servicio aparentaba reponerse del primer año de covid, pero nada más lejos de la realidad”, relata en su carta de renuncia registrada el 29 de junio.
La ratio es “muy elevada, cada enfermero atiende a más de 15 pacientes agudos en el peor de los turnos”, y la planilla de trabajo “no permite ni descansar ni conciliar con tu vida personal”, haciendo que “la sobrecarga, la depresión y la ansiedad aparezcan”, continúa la misiva.
“Me esperaba un hospital con más protocolo, más coordinación pero el trabajo quien lo saca en realidad es el propio personal, no porque los supervisores den las pautas”, explica a EFE.
En Urgencias hay “salas limpias y salas covid”, hubo días que en la limpia, de 32 camas, había más de 60 en sillones o silla de rueda esperando cama. Hay pacienes por todas partes, en huecos donde no les puedes visualizar. En la sala covid caben 12 pacientes y puede haber 30”, algunos “al otro lado de la pared”.
Irene R. acabó “psicológicamente afectada” por la ansiedad. “Intenté un cambio de unidad, fui a Salud Laboral”, pero como nunca había tenido una crisis previa, “mi historia clínica no lo justificaba”.
El sistema “nos castiga”, asegura. “Das lo mejor de ti por los pacientes y por tus compañeros, pero nada compensa el esfuerzo y el cansancio pesa”, afirma.
“Muchos compañeros si pudieran también renunciarían, pero si abandonas un contrato la Bolsa de Empleo de enfermería te penaliza un año sin llamarte”.
Hasta julio de 2023 “no me llamarán para ningún contrato. Mientras, me buscaré la vida con contratos muy cortos de sustituciones en centros de salud”, para no ser amonestada. EFE