Madrid, 4 nov (EFE).- Un estudio del hospital Clínico San Carlos publicado en la revista ‘Brain’ ha demostrado que las alteraciones cognitivas que persisten en personas con covid, tras un año desde la infección, están relacionadas con una afectación cerebral estructural y funcional.
El hospital señala en una nota que otra de las novedades de esta investigación, que ha contado con 122 participantes, es que se han encontrado alteraciones cerebrales en secuencias más avanzadas del estudio realizado con resonancia magnética, es decir, alteraciones microestructurales más sensibles a posibles daños que pueden pasar inadvertidas en exploraciones radiológicas rutinarias.
Aunque hay estudios que han reportado cambios cerebrales en personas tras las primeras semanas de la enfermedad, existe escasa información acerca de cambios a largo plazo en el síndrome post-covid.
Por ello, el objetivo del estudio era evaluar las alteraciones estructurales y funcionales del cerebro de personas con covid persistente y determinar si dichas alteraciones estaban relacionadas con disfunciones cognitivas al año del diagnóstico.
Para ello los investigadores estudiaron a 122 participantes (86 con covid y 36 en el grupo de control) que fueron evaluados mediante un amplio conjunto combinado de pruebas neuropsicológicas y resonancias magnéticas de alto campo.
Así comprobaron que los análisis de neuroimagen “demostraron la reducción de volumen en algunas regiones del cerebro y de la sustancia gris, alteraciones en la microestructura de la sustancia blanca y la presencia de conectividad reducida en regiones parahipocampales, órbitofrontales y cerebelosas en los pacientes que habían padecido covid comparados con las personas sanas del grupo control”.
Los investigadores confirmaron que las alteraciones cerebrales presentes en personas con covid de larga duración y los cambios en el volumen de la sustancia gris, sobre todo en la zona parahipocampal y en la sustancia blanca, estaban asociadas con disfunciones cognitivas como falta de atención y lentitud en la velocidad de procesamiento de la información.
También observaron que estas alteraciones fueron más acusadas en pacientes previamente hospitalizados.
En opinión de los investigadores, “los resultados muestran que las dificultades cognitivas referidas por los pacientes con covid persistente, un año después de la infección aguda, guardan relación con cambios cerebrales en la sustancia gris y blanca asociados a alteraciones de conectividad funcional, involucrando estructuras tanto corticales como subcorticales”, explica el radiólogo del Hospital Clínico San Carlos, Miguel Yus.
El COVID persistente ya fue definido oficialmente en España como el «conjunto multiorgánico y variado de manifestaciones y síntomas no atribuibles a otras causas que perduran o fluctúan durante un período mínimo de tres meses tras la fase de infección aguda de COVID-19”, según ha consensuado un estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), a través del Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER).
La ministra de Sanidad, Carolina Darias, y el director del Instituto de Salud Carlos III, Cristóbal Belda, adelantaron este miércoles los resultados del primer informe, que lista los siguientes síntomas más frecuentes, agrupados por tipologías:
- Neurocognitivos: pérdida de memoria, dificultad de concentración y confusión.
- Musculoesqueléticos: dolor articular o muscular y limitación en la movilidad.
- Sistémicos: fatiga, debilidad, fiebre y malestar general.
- Neurológicos/neuromusculares: olfato y gusto distorsionados, cefalea y falta de reflejos.
- Psicológicos/psiquiátricos: ansiedad, depresión y alteraciones del sueño.
- Respiratorios/cardiopulmonares: tos, dolor de garganta, disnea y presión en el pecho.
La literatura científica sí ha conseguido establecer que la fatiga, los dolores de cabeza, los trastornos de la atención o la falta de aire son algunos de los signos más habituales, como nos describe la neurocientífica Sonia Villapol, desde el Texas Medical Center, en Estados Unidos. “Se habla de síntomas de COVID persistente a las dos semanas postinfección, pero la mayoría los consideran a partir de las 12 semanas”.
En algunas personas, se ha demostrado que la respuesta al coronavirus aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular, daño muscular y nervioso, encefalitis y trastornos vasculares”. Los investigadores coinciden al destacar que este tipo de secuelas a largo plazo no son ninguna novedad y ya se observaron en los otros coronavirus conocidos: SARS y MERS.
De este modo, las investigaciones del COVID persistente no parten de cero, pueden aprovechar el conocimiento de otros virus. “Y al revés.
Un grupo de investigación del Hospital de Yale New Haven en Estados Unidos ha descubierto recientemente que los pacientes de COVID persistente tienen rasgos comunes con el síndrome de fatiga crónica, más allá de la sintomatología: sus pulmones y corazón impulsan correctamente el oxígeno por todo el organismo, pero los músculos y otros órganos fallan al extraer y usar las moléculas. Esto podría explicar por qué muchos pacientes experimentan malestar y falta de aire después de hacer esfuerzos, y también por qué muchos muestran resultados normales en las pruebas cardíacas y pulmonares, explica un artículo de The Atlantic, que pone el foco en el éxito de la colaboración entre los investigadores de dos enfermedades para llegar a este hallazgo.
Problemas para hablar, comer u oler tras el COVID: «La rehabilitación es larga, pero las secuelas son reversibles»
Algunas personas que habían pasado el coronavirus comenzaron a tener problemas para funciones tan básicas como hablar, comer u oler. Las toses crónicas, las disfonías o las pérdidas de olfato han ocupado y preocupado a los otorrinolaringólogos durante este último año y medio, y han repercutido en la calidad de vida de miles de pacientes de COVID persistente en todo el mundo.
Los investigadores trabajan ahora en encontrar las causas y conexiones entre estas secuelas para desarrollar mejores tratamientos. Por el momento, en el COVID persistente las flechas no apuntan a pulmones, laringes o faringes, sino a nuestro sistema nervioso y cerebro.
En el hospital Puerta de Hierro notaron un aumento de las consultas por tos crónica e irritativa y molestias como “carraspera” o “la sensación de tener algo ahí”, que normalmente se asocian a otras enfermedades pulmonares, reflujos, asmas, alergias… “Mucha gente decía que era después del COVID”.
Así, tras la segunda ola de la pandemia, decidieron poner en marcha el estudio, buscando una “hipersensibilidad” del nervio vago, que participa en la deglución y en la voz. “Los resultados que tenemos nos dicen que cerca del 70-75 % de los pacientes tiene algún tipo de alteración neurofisiológica”.
La unidad de voz del hospital madrileño trabaja conjuntamente con el servicio de neurofisiología para analizar las pruebas que realizan pinchando en la laringe. “Se hace despierto, en consulta y no es fácil conseguir pacientes para hacer este tipo de estudios. Es algo invasivo y que tiene que estar justificado”, reconoce. Pero ahora están un poco más cerca de saber por qué aparece esta tos, junto a otras secuelas en la garganta.
Además de la disfonía, en el ámbito de la laringología se han descrito cambios en el volumen y el tono de la voz, paralizaciones de las cuerdas vocales, así como problemas para tragar de forma segura y eficaz.
“La rehabilitación de este tipo suele ser lenta y larga en la mayoría de los casos”, lo satisfactorio es que, después de un tiempo más o menos largo de tratamiento, estas secuelas son reversibles”.
Las mujeres las mas afectadas
La mayor prevalencia de la COVID persistente en mujeres entre 50 y 60 años podría deberse a las «hormonas sexuales» y a unas respuestas inmunológicas más fuertes que las masculinas.
La pérdida del olfato por COVID: por qué ocurre y cómo recuperarlo
La pérdida del olfato, uno de los primeros síntomas que se identificó que perduraba cuando la PCR por coronavirus ya era negativa. “La mitad de los pacientes, casi el 60 %, tienen fases iniciales de anosmia”, como se conoce médicamente a este problema.
Hasta el 95 % de ellas desaparecen al cabo de seis meses, pero hablamos de millones de afectados por la enfermedad, un 5 % son muchísimos pacientes”.
Las investigaciones en torno a la pérdida del olfato (y, por ende, del gusto) han hallado que es más grave en personas jóvenes, de menos de 60 años. Además, es una buena señal para la evolución de la infección: la necesidad de ingresar en el hospital cae en pacientes con estos síntomas, según un estudio español con la participación de 15 hospitales y casi mil pacientes. Asimismo, si aparece la dolencia, los menores de 40 años tienen más probabilidades de recuperarse que los más mayores, de acuerdo con otro análisis de Virginia Commonwealth University.
El doctor Parente aclara que la pérdida del olfato ocurre, generalmente por una “inflamación” de las células que rodean al receptor olfatorio. “No hay una lesión directa de la célula que huele, sino de las que están alrededor. Esos casos, la mayoría, remiten y vuelven a la normalidad sin necesidad de tratamiento”. Por contra, si el daño llega a los quimiorreceptores de las neuronas, las perspectivas de recuperación se complican. “Ese tipo de lesiones son más permanentes”.
El especialista recomienda actuar sobre estos síntomas solo si perduran “dos meses después del inicio de la enfermedad”. Aunque los corticoides son habituales para ello, “el tratamiento que se ha demostrado más eficaz es la rehabilitación olfatoria”. La aromaterapia funciona como una “gimnasia” para entrenar nuestros sentidos, alterados por la COVID-19 u otros motivos, según expuso el director médico del centro cordobés, Enrique Cantillo, a RNE Andalucía.
La pauta clásica recomienda realizar a diario dos ejercicios de exposición a cuatro odorantes: frutal, mentolado, aromático y floral, durante una duración variable de seis a doce meses.
El objetivo es sencillo: ayudar a nuestro cerebro a «recordar» los aromas que nos rodean.
¿Por qué aparece la COVID persistente?
No se conoce muy bien el mecanismo que lo desencadena, aunque hay tres hipótesis principales:
- El virus se mantiene en el organismo, originando una infección latente o crónica.
- La infección desencadena una tormenta inflamatoria, generando una respuesta inmunitaria inflamatoria tardía.
- La existencia de autoanticuerpos, alterando la función inmunológica.
Según la encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y los colectivos de afectados LONG COVID ACTS, el COVID persistente es más frecuente en la mujeres (79%), en la edad media de la vida, aunque puede presentarse a cualquier edad y con síntomas persistentes más de 6 meses.