Jose Oliva

Barcelona, 6 nov (EFE).- El historiador Javier Rodrigo hace una aproximación «metabiográfica» a la vida de Franco en su libro «Generalísimo», una figura que ve «menguante» en el espacio político, sumido en la «irrelevancia política» y convertido ya en «carne de historiadores».

En una entrevista con EFE, Rodrigo, un historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo, advierte, no obstante: «El tema de los desaparecidos en las cunetas es un capítulo que queda abierto en la democracia española y muy difícil de recoser, como en todos los procesos de guerra civil en todo el siglo XX».

Una posible vía de solución, apunta, sería una «resignificación» del espacio del Valle de los Caídos, ahora de Cuelgamuros, porque es «uno de los agujeros negros de la democracia española», y una opción podría pasar por convertirlo en «una suerte de Memorial de la Guerra Civil y sus víctimas».

Rodrigo comenzó a escribir «Generalísimo» (Galaxia Gutenberg) a raíz de la exhumación del dictador en 2019, que «devolvió a Franco al debate público de una manera muy radical» y se dio cuenta de que muchos de los estereotipos alrededor de su figura seguían presentes en según qué discursos o relatos, sobre todo en memes, aplicaciones móviles o foros de Internet.

Con la idea de practicar una especie de «arqueología de los mitos de Franco desde el presente hacia el pasado», Rodrigo recurrió al medio centenar de biografías escritas sobre el dictador para reescribir una «metabiografía o biografía de biografías».

«Paquito, Comandantín, Caudillo, Generalísimo, Su Excelencia el Jefe del Estado, Paca la culona o Miss Canarias 36 acompañaron a lo largo de toda su vida a Francisco Franco Bahamonde, el inmortal, heroico y providencial hombre enviado por Dios para salvar a España, el defensor de la patria, santificado hasta el punto de que, a su muerte, la gente le dejaría peticiones manuscritas de milagros en el ataúd, según sus biógrafos y propagandistas, o, en su reverso tenebroso representado desde el antifranquismo, como un ser tímido, reprimido y taimado, cruel, traidor, déspota y despiadado Criminalísimo», escribe el autor.

En ese viaje por el pasado, Rodrigo constata que predominan las hagiografías hasta la de Juan Pablo Fusi, primera biografía historiográfica «con un mínimo de verificabilidad y sin tener una carga propagandística tan fuerte», pero «la de Paul Preston en 1993 es la canónica».

A su juicio, la construcción de la biografía de Franco en clave mítica «es fundamental para legitimar su poder, y Franco es la clave de bóveda del régimen, no solo por ser una dictadura unipersonal, sino porque también es providencialista».

Por esa providencia divina ligada al dictador, Rodrigo ve lógico que abunden las hagiografías, algunas «delirantes» como las de los años 50 que decían que «Franco tenía más de un cerebro o le atribuían haber puesto coto a la incontinencia infantil por su voluntad».

La biografía de Franco, sostiene el historiador, se construye a partir del 1 de octubre de 1936, cuando es erigido jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de todos los Ejércitos, momento en el que, como le dice a su hija Carmencita, «dejo de ser persona para convertirme en el Generalísimo».

A cada momento vital le corresponde un capítulo de la biografía, «desde el Franco africanista y vencedor de la Cruzada, el garante de la paz, el de los años 50 padre de los planes de desarrollo y de estabilización o el abuelo feliz de los años 60 y 70».

A estas biografías, el autor ha añadido otras, como «la vida ‘postmortem’, la vida del mito, del entierro, del Valle de los Caídos, del debate público, de qué hacer con el cadáver, de la necropolítica que finaliza con la exhumación de 2019 y la broma que circuló en 2020 que atribuía la culpa de la pandemia a ese traslado de los restos».

Considera Rodrigo que «el hecho de no participar de manera activa en la Segunda Guerra Mundial garantizó la pervivencia del régimen más allá de 1945, combinado con la habilidad posterior de Franco jugando en el contexto de la guerra fría la carta del anticomunismo».

Precisamente, «la ayuda de Estados Unidos y no el reconocimiento internacional permiten a Franco salir indemne de la autarquía, que es un desastre económico de grandes dimensiones, que provoca una de las mayores hambrunas que ha habido en España en época contemporánea».

Una de las peculiaridades de la investigación llevada a cabo es que Rodrigo ha revisado la prensa rosa, algo que no había hecho ningún historiador: «La revista ‘Hola’, por ejemplo, contribuye a presentarlo como el padre de su familia, pero también el padre de todos los españoles».

Todos los sobrenombres que tuvo dicen mucho de la personalidad de Franco: «Le muestran como un ambicioso sin límites o incapaz de asumir el fracaso», y en lo personal «mediocre y poco afectuoso», a excepción de la línea femenina de su familia.

El autor no ha creído oportuno acceder a la familia, «entre otras cosas porque no iba en busca del santo grial que son las supuestas memorias que habría escrito Franco y que habría visto el editor Lara».

De Franco, añade, «solo ha quedado el meme, el gif de un whatsapp, el insulto o la sorna» y su figura, asegura, es «menguante en el espacio político, pues nadie reivindica a Franco, ni siquiera la extrema derecha, que sí puede reclamar los valores emanados del régimen. Como resumió Enric Juliana, queda poco de Franco, pero mucho de franquismo».

En ese debate sobre la memoria, afirma Rodrigo que el PP se ha convertido en «el convidado de piedra, pues para no enfurecer a algunos de sus potenciales votantes ha preferido dejar las cosas como están y no abrir heridas». EFE

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